Herramientas para desmontar el vacío – María José Ribas [ES]

Las raíces mondragonesas de Iñigo Arregi se evidencian en cada una de sus piezas, heredero de la tradición escultórica vasca, proyecta en sus piezas volúmenes y capas, confrontándose al vacío desde el acoplamiento, la ocupación y la superposición de facetas y materiales, con matices mecánicos, en general de líneas angulares, planos encajados –nunca soldados– que defienden un lenguaje que funciona como síntesis de información nítida y materializada.

 

En las últimas piezas de Iñigo Arregi podemos encontrar estos volúmenes de tamaño y forma variable, espacios compactos que entran en rivalidad con el vacío, una misma dirección para construcciones de diferentes materiales (acero corten, madera o cartón) en general robustas, materiales que él mismo entiende como símbolos, de esta manera, desde el momento en que decide trabajar con ellos “acepta su lenguaje y comportamiento”, tratando de forma considerada las propias cualidades de los elementos.

 

Estas estructuras nacen de la intuición y de lo informe, un camino con itinerario claro, la creación de herramientas para desmontar el vacío, partiendo de formas compactas que abren una brecha a la especulación libre. Los vacíos generadores de entidades pesadas se articulan a través de planos, paralelos y perpendiculares, de sobriedad extrema en su temperatura o textura, rota radicalmente en algunos casos por el rojo de su cromado, como en el caso de Zuhaitz babeslea, una pieza escultórica de casi dos metros de altura, pintada de rojo, del que aparecen matices a partir de su relación autónoma con la luz y su entorno. La base arquitectónica de estas figuras encajadas por planos genera líneas que apuntan hacia una cinética estricta y algo barroca.

 

La obra gráfica de Iñigo Arregi (serigrafía, relieve o tintas y lápiz sobre cartón) es otra tentativa hacia el juego de planos, en los que las formas y vacíos se diluyen en un espacio que lucha por no ser bidimensional, generando una especie de paisaje industrial sintético, abrupto, de tonalidades austeras. Esta ciudad o arquitectura industrial recreada podría hacer referencia a Mondragón, su ciudad natal, característica por su industria minera y metalúrgica. Este legado parece claro; Arregi se formó como maestro industrial, y en paralelo desarrolló un lenguaje plástico, que curiosamente se gestó desde el campo de la pintura, acercándose más adelante a las construcciones totémicas en madera e incluso al mundo del mobiliario y el diseño.

 

Módulo es una serie numerada de 6 relieves, que desvela su actitud seriada ante la unicidad de la pieza artística. El interés por el espacio, sea este territorio, paisaje, volumen, vacío o lugar, se prueba en títulos como Durango o Barcelona II, Paisaje orgánico, La puerta escondida o Mirando al horizonte. Con una obra y gesto claro, en una dirección.

 

Arregi de niño quedó hipnotizado viendo cincelar la piedra a Oteiza, a quien reconoce como principal influencia, la Piedad y los Catorce Apóstoles del Santuario de Arantzazu encarnaron ante su mirada la desmaterialización progresiva de la figura y de la obra de arte. Este lugar supuso para toda una generación de artistas vascos un espacio de experimentación y desarrollo estético identitario, junto a los arquitectos Sáenz de Oiza y Luis Laorga, intervinieron en su reforma –aprobada a mediados del s. XX– Oteiza en la fachada principal, Lucio Muñoz en el ábside y Chillida en las puertas de acceso. Esta basílica es característica por su robustez, sencillez y líneas agrestes, como el paisaje que la enmarca, características comunes en la obra de un conjunto de artistas, de los que Arregi es heredero. Con la intención de perpetuar esta idea uno de los futuros proyectos de Iñigo, ya en proceso, es la intervención en el espacio público de una de sus esculturas, aumentando de esta manera el valor simbólico de este territorio, su futura Puerta, de entrada y salida de Aránzazu, abrirá de nuevo el flujo, desde el inmenso respeto al pasado y con una intención de diálogo hacia el futuro.

– María José Ribas