Sicut erat in principio – Josemari Velez de Mendizabal [EU+ES]
Diodan, hasteko, natura maite dudala. Ia-ia egunero goizeko lehen argiak zutik harrapatzen nau, argitasunaren zain. Bazterrak poliki-poliki begietara azaltzen zaizkidan batera artearen aurrean nagoela berregiaztatzen dut. Natura artea baita.
Eta Iñigo Arregiren gain idaztea plazera dut, arteaz aritzea baita. Hain zuzen ere, naturaren beraren muineraino garraiatzen nauen arte hutsa.
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Afirmo solemnemente que amo la naturaleza. Muchas mañanas del año despiertan para mí en pleno contacto con ella, justo en el momento que el anuncio de los inminentes rayos de sol va poniendo ante mis ojos, poquito a poquito, la belleza natural del monte, de la mar, del bosque. La naturaleza, por sí, es arte en estado puro. No encontraremos en ella dos reproducciones iguales. Sólo la mano del homo predator ha sido capaz de convertir lo irrepetible de la naturaleza en vulgaridad, el arte sublime en negación profunda de vida. Porque la violación sistemática del entorno natural significa, entre otras consideraciones, un atentado contra la máxima expresión artística. Vacía de vida la naturaleza.
La obra de Iñigo Arregi va llenando esos espacios vacíos, los colma de arte. Y como sucede con la naturaleza, nada se repite en su constante oferta. Va cambiando con la fuerza creativa siempre creciente del artista. Crear y crecer. ¿No es, acaso, ello la pura razón del ciclo natural de la existencia? Es la vida misma.
Iñigo crece con su obra, se transforma en su quehacer constante. Y del mismo modo que no preguntamos el porqué de la belleza de los árboles o de las olas del mar, sólo con contemplar una muestra tomada al azar de su amplia creación nos basta para saber que se trata de arte; no necesitamos que se nos explique, salta a la vista.
Iñigo nos ayuda a imaginar el principio de todas las cosas. Ejercicio difícil, por lo lejos que ha llegado la mano humana en la destrucción de su más preciado bien: la propia vida. Afortunadamente, gracias al trabajo del artista arrasatearra podemos intuir lo que pudo ser aquel momento en el que todo comenzó. No se trata de una mística sin sentido, hueca. Puede que quede algún rastro de lo que pudo ser misticismo oteiciano. Sobre lo que no tengo dudas es que Iñigo Arregi ha dado a su obra la impronta de su honradez y de su compromiso con el vacío vital, y busca constantemente llenarlo de sentido artístico. Como la propia naturaleza.